Wednesday, March 02, 2011

 

Las reglas del juego

Ahora que —con tanto merolico en la televisión— se empieza a temer que el periodismo escrito tiene sus días contados resulta más alentadora que nunca esta demostración de fe en la palabra impresa que significa El País. Libro de estilo, preparado anónimamente por Alex Grijelmo.
No lo firma como autor porque, es evidente, se trata de una obra colectiva: la que se fue gestando en la práctica de los reporteros españoles a partir de 1977.
Se pensó este manual para establecer las reglas del juego redaccional, las convenciones léxicas que siempre son necesarias en cualquier lengua viva expuesta a los nuevos vocablos y a las cada vez más frecuentes intrusiones de la semántica anglosajona. Por ejemplo: ¿debe escribirse mafia o maffia?
"Mafia. Organización de origen siciliano, de carácter delictivo y secreto, con multiplicidad de fines: el lucro, la venganza, el socorro mutuo y el encubrimiento entre sus miembros. Otra nota peculiar es que siempre ha estado relacionada con el mundo político; en unas ocasiones, para valerse del poder y en otras, para ser utilizada por éste. Se escribe en redonda y con mayúscula inicial. Cuando la palabra mafia se aplique, por extensión, a cualquier otra organización clandestina y criminal, se escribirá toda en minúsculas, pero en redonda."
Lo interesante de este auxiliar de redacción y de principios profesionales es que, destinado originalmente a los escritores del diario madrileño, empezó a ser comprado por los lectores comunes y corrientes impulsados por la curiosidad de saber cómo se confecciona un periódico, cómo se tejen las costuras por dentro del saco.
Pero el libro no se restringe a fijar la grafía de las palabras, las siglas y las transcripciones de términos extranjeros. No. Se aprovecha el volumen para exponer una declaración de principios y la línea editorial de El País, "un periódico independiente, nacional, de información general, con una clara vocación europea, defensor de la democracia pluralista según los principios liberales y sociales, y que se compromete a guardar el orden democrático y legal establecido por la Constitución".
En este marco, acoge todas las tendencias, excepto las que propugnan la violencia para el cumplimiento de sus fines.
El País rechazará cualquier presión de personas, partidos políticos, grupos económicos, religiosos o ideológicos que traten de poner la información al servicio de sus intereses.
En lo concerniente a la relación entre los periodistas y los dueños del periódico, reconoce: el reportero puede invocar la cláusula de conciencia, y dar por resuelta o extinguida su relación laboral, cuando se le imponga la realización de algún trabajo que él mismo considere que vulnera sus principios y violente su conciencia, es decir, si se considera afectado en su libertad, su honor o su independencia profesional.
La verdad periodística es una verdad en RAM (random access memory) y hay que esperar un tiempo antes de transferirla al disco duro de la historia. Mientras tanto, "el periódico ha de ser el primero en subsanar los errores cometidos en sus páginas y hacerlo lo más rápidamente posible y sin tapujos".
En los casos conflictivos hay que escuchar o acudir siempre a las dos partes en litigio.
El periodista transmite a los lectores noticias comprobadas, y se abstiene de incluir en ellas sus opiniones personales.
Los reporteros no deben hacer el vacío a un personaje o a una institución sólo porque hayan tenido problemas para cubrir determinada noticia. Es asunto suyo si tienen problemas con alguien. A nadie le importa. Son gajes del oficio. El derecho a la información es sobre todo del lector, no del periodista.
Hay que evitar el recurso de disimular como fuentes informativas (“según los observadores”, “a juicio de analistas políticos”) aquellas que sólo aportan opiniones.
Es inmoral apropiarse de noticias de paternidad ajena.
Está terminantemente prohibido reproducir ilustraciones de enciclopedias, revistas, etcétera, sin autorización previa de sus propietarios o agentes.
También está prohibidísimo firmar una noticia en un lugar en el que no se encuentra el autor, ni siquiera en el caso de los enviados especiales que elaboren una información recién llegados de un viaje.
Nunca los intereses publicitarios motivarán la publicación de un articulo o un suplemento.
El secreto profesional es un derecho y un deber ético de los periodistas. La protección de las fuentes informativas constituye una garantía del derecho de los lectores a recibir una información libre, y una salvaguarda del trabajo profesional. Ningún redactor ni colaborador podrá ser obligado a revelar sus fuentes.
Entre las singularidades informativas de El País —el criterio que determina para sí mismo y del que advierte a los lectores— se encuentran no recoger como noticias las falsas amenazas de bomba, ser prudente con las informaciones sobre suicidios, y omitir el nombre de la víctima de una violación.
Si bien el periódico asienta como un falta de ética el hacer el vacío a un personaje o a una institución, puntualiza en cambio que en sus páginas no se publicarán informaciones sobre la competición boxística, "salvo las que den cuenta de accidentes sufridos por lo púgiles o reflejen el sórdido mundo de esta actividad."
"La línea editorial del periódico es contraria al fomento del boxeo, y por ello renuncia a recoger noticias que contribuyan a su difusión."




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