Wednesday, March 02, 2011

 

La máquina de escribir y el chaleco antibalas

Desgastan su vida
sólo en ganársela.

—Francisco de Quevedo


En la visión de un escritor tijuanense, Heriberto Yépez, el periodista Jesús Blancornelas no se sentaba ante la máquina de escribir sin ponerse antes el chaleco antibalas. Es la imagen más acertada de un reportero que desde muy joven entendió el oficio como un instrumento de la democracia para hacer más digna la convivencia civil. Ni intelectual ni político, el periodista era para él simplemente un hombre común y corriente que tiene una cierta intuición para captar la verdad y decirla. Creyó que la sociedad mexicana, o al menos la tijuanense, lo respaldaría, pero lo dejó luchando solo. Al final, como sucede siempre, se impuso la biología y “desapareció como un puño cuando se abre la mano”.
Esta última frase pertenece a Dashiell Hammett y se localiza en El halcón maltés. El narrador personaje, Sam Spade, la desliza en la narración cuando matan a un colega suyo y dice que, sea como hay sido, era un camarada y se supone que por lo mismo uno tiene que hacer algo al respecto.
Escribir, por ejemplo:
El 23 de septiembre fue asesinado en Casas Grandes, Chihuahua, el compañero periodista Norberto Miranda, El Gallito, corresponsal de El Heraldo de Chihuahua. Cinco hombres con rifles de asalto lo acribillaron frente a sus compañeros en la sala de redacción del periódico digital www.radiovisioncasasgrandes,com donde se ganaba la vida.
Había trabajado como locutor en las estaciones de radio La Ranchera de Paquimé, en amplitud modulada, y en La Sabrosita, de frecuencia modulada.
Díaz antes en su columna Cotorreando con El Gallito publicó algo sobre la inseguridad que tiene angustiada y deprimida a la gente del noroeste de Chihuahua, donde sólo en lo que iba de septiembre, ya habían matado a 25 personas.
También Emilio Gutiérrez Soto trabajaba en El Diario de Casas Grandes y fue amenazado por militares antes del 15 de mayo cuando prefirió solicitar asilo político en Estados Unidos. Otro colaborador de El Diario, Armando Rodríguez Carreón, fue muerto a balazos hace un año afuera de su casa, en Ciudad Juárez.
Según Reporteros sin Fronteras, México es el país latinoamericano más peligroso para los nunca bien remunerados periodistas. Con Norberto Miranda ya son 55 los periodistas asesinados en México en los últimos nueve años.
Presentado en París el informe de RSF denuncia que las autoridades mexicanas no resuelven la mayoría de estos crímenes porque son incompetentes y corruptas, negligentes, pasivas y desorganizadas. Porque no tienen la menor compasión. Paradójica e irónicamente, “ningún otro país del mundo tiene tal cantidad de instituciones y funcionarios dedicados a proteger a los periodistas.” La creación de una fiscalía especial no ha pasado de ser una simulación y sus resultados se han visto como pura agua de borrajas.
El de reportero es un oficio de jóvenes. No vale la pena que se jueguen la vida poniéndose a investigar ofensivas criminales del narco que en todo caso corresponden a los policías. No deben ni tienen por qué hacerlo. No en este país. Nadie se los agradece. A nadie le importa, ni a los ciudadanos ni al gobierno. La sociedad mexicana no se los merece. Siempre se quedarán solos, como le sucedió a Jesús Blancornelas.




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