Wednesday, September 06, 2006

 

Periodismo heterodoxo

Contra todas las normas convencionales, técnicas y “éticas”, contra todas las tradiciones anglosajonas y europeas de objetividad e imparcialidad, el norteamericano Hunter Thompson y el alemán Günter Wallraff han hecho un periodismo imaginativo que ha llevado hasta sus últimas consecuencias un reportaje que se quiere crítico y combativo a la vez, libre en su expresión literaria y participativo en la historia misma que aspira a describir y documentar.
Harto de los convencionalismos de sus editores y de la gran prensa de su país que disfrazaba de “objetividad” la manipulación y de “imparcialidad” las relaciones de poder, Hunter Stockton Thompson no sólo se aproximó para entrevistar a la pandilla de motociclistas Angeles del Infierno (que tomaban su nombre de un bombardero así bautizado por su tripulación durante la segunda guerra mundial) en l965 sino que de hecho se incorporó a sus filas para recorrer el norte de California con ella y vivir su vida y escribir más tarde un reportaje que terminó en su famoso libro Hell's Angels publicado en l966. Allí, en sus páginas, Hunter Thompson realmente se quita las camisas de fuerza del periodismo tradicional y se lanza a fondo, con todo su sardónico humor, con todo su desinhibido vocabulario implacable, para producir la gran fuerza narrativa de su libro.
Óscar Enrique Ornelas lo describe mejor que nadie en las páginas de El Financiero el 6 de febrero de 1992: “Este gringo loco es, por supuesto, el padre del periodismo gonzo, objeto de culto entre los yuppies y politólogos nerds. Se trata de un estilo de hacer reportajes, escribió el propio Thompson, basado en la idea de William Faulkner de que la buena ficción es mucho más verdadera que cualquier otra clase de periodismo. Un periodismo donde el reportero debe ser parte de los hechos, en los que interviene de una manera desquiciada, por añadidura. En este periodismo, como escribe Tom Wolfe de Thompson, el tema (Nixon y Watergate, una carrera de maratón en Hawai o la caída de Saigón) acaba por ser meramente casual y tienden a predominar las reacciones (no pocas veces paranoides) del periodista ante los hechos.”
Hacia 1970 Thompson inicia sus colaboraciones en un tabloide mensual que acoge con simpatía su estilo: Rolling Stone. Y allí va dando a conocer su series “Miedo y asco en... Las Vegas”, “...en el Super Bowl”, en las que desmitifica las aparentemente inamovibles imágenes que el público norteamericano solía tener tanto de la ciudad de los casinos como del futbol y los equipos profesionales. El irreverente reportero se mete en líos, lo echan de todos los sitios, y lo va contando todo en una primera persona que, según Tom Wolfe, recuerda la prosa inquietante del francés Céline. Indignado porque Playboy no publicaría su crónica del famoso Derby de Kentucky que la misma revista le había encargado, reescribió el reportaje de manera m s agresiva y sardónica, burlándose de Playboy, y lo vendió al Scanlan's Monthly que de inmediato lo publicó: “The Kentucky Derby Is Decadent and Depraved.”
Antologías de sus mejores escritos se encuentran tanto en En este último pueden leerse “Algo está fraguándose en Aztlán” (sobre el Asesinato... y la Resurección de Rubén Salazar por obra de la oficina del alguacil del condado de Los Angeles), “Las tentaciones de Jean—Claude Killy”, “Marlon Brando y la pesca reivindicativa de los indios”, en los que se postula al reportero no como un observador inerte sino como un participante central de la historia.

No pocos dolores de cabeza hubo de causar a las autoridades de la República Federal de Alemania y a los representantes más poderosos del establishment de su país el “periodista indeseable” Günter Wallraff, nacido en 1942, tanto por sus métodos como por sus investigaciones y las reacciones que desencadenaban en la opinión pública.
“El objetivo de Wallraff es suscitar entre los obreros y los empleados una conciencia de clase que, en último término, debe servir para suprimir el sistema social. Los métodos que emplea en la búsqueda de su documentación sólo pueden merecer la desaprobación más absoluta”, decía un panfleto anti—Wallraff publicado por las asociaciones patronales de la RFA, lo que da idea de lo que hacia finales de los años 60 empezó a significar el trabajo individual de un periodista que se disfrazaba, se metía a trabajar en las fábricas o en la redacción de un periódico amarillista (el Bild), con documentación falsa, curriculum vitae ficticio, “indumentaria diferente, nuevas gafas o lentes de contacto, el peinado, la dentadura”, según escribiera Klaus Schuffels en 1978.
“Para no ser engañado hay que engañar, transgredir las reglas del juego a fin de divulgar las reglas secretas de la dominación”, se plantea Wallraff al explicar su concepción del periodismo heterodoxo que lo llevó a trabajar durante dos años como obrero de cinco empresas, interpretar el papel de confidente ante la policía política, someter la teología y la moral católicas a un test haciéndose pasar por un fabricante de bombas napalm, llevar la vida de un pordiosero en un asilo, o la de un alcohólico en un manicomio, y a suplantar la personalidad de un financiero alemán de extrema derecha para descubrir los proyectos golpistas de Spinola en Portugal.
Luego de denunciar desde adentro que millones de trabajadores son manipulados por la lectura de las mentiras cotidianas del Bild y que la explotación de los obreros extranjeros no es equiparable a la de los obreros alemanes, Wallraff es objeto de un proceso judicial en el que declara: “He querido hacerme cómplice para poder lanzar una mirada más allá del muro de camuflaje, de subterfugios y de mentiras. El método que he elegido era muy poco ilegal en comparación con los subterfugios y las maniobras ilegales que de este modo he desvelado.”
Trátese de hechos conocidos o no, dice Schuffels, Wallraff los arranca de la sombra para hacerlos públicos. Empirista, Wallraff intenta “difundir la verdad sobre ese sistema de anarquía, de desorden y de enriquecimiento personal a expensas de los demás”.
Con la publicación de Cabeza de turco, cuya primera edición en Alemania alcanzó una venta de más de dos millones de ejemplares, Günter Wallraff conmovió a la sociedad de su país. Durante dos años, el periodista “indeseable” renunció a su identidad civil y adoptó el papel de un inmigrante turco, Ali, disfrazándose con lentes oscuros, peluca, bigote, y fingiendo un alemán rudimentario, a fin de conocer personalmente las condiciones más insalubres y peligrosas a las que tiene que someterse un obrero extranjero en Alemania para ganarse la vida padeciendo además las hostilidades del racismo en una “sociedad democrática”. Trabaja en una granja, lo utilizan como conejillo de indias en la industria farmacéutica, se emplea como albañil indocumentado en la construcción de edificios, realiza trabajos de limpieza sin protección en una refinería metalúrgica, sirve como chofer a un traficante de esclavos, forma parte de un comando suicida para reparar una avería en una central nuclear, etcétera.
“Explorador de los límites de la abyección humana, Wallraff nos obliga a sondear insospechables honduras y bajar entre risas a los intestinos nauseabundos de la Europa superior, culta y civilizada”, escribió Juan Goytisolo a la salida de Cabeza de turco, que se lee como una novela policiaca, palpitante, brillante, amena, según el consenso de la critica española y alemana.
Como una especie de Robin Hood o de Pimpinela Escarlata, Günter Wallraff se mete en todas las recámaras del poder y la explotación, como puede comprobarse en la antología más completa hasta ahora de sus reportajes: El periodista indeseable.
El texto más famoso de este libro se refiere a su infiltración como periodista en Die Bild—Zeitung (el periódico de la casa Springer que tira 5,720,000 ejemplares diarios). Mediante grabaciones secretas, fotos, fotocopias y testimonios, demuestra las manipulaciones de la prensa sensacionalista que no se toca el corazón para desprestigiar a cualquier ciudadano.
Günter Wallraff piensa que al establecimiento de la verdad periodística sólo es posible si se describe la realidad con exactitud, sin miramientos, y con una imaginación ilimitada. Describir, tomar conciencia, denunciar, transformar, son los verbos que dan sentido a su acción periodística. Cuando se refiere al “sistema” está pensando en la llamada “economía de mercado”, es decir, en “el capitalismo, ese sistema económico a la deriva, sin concepción directriz”.
Los términos son los adecuados, añade, porque “los dirigentes de la economía son realmente libres y prácticamente los únicos en serlo en todo el país: tienen la libertad de practicar la usura y el fraude, el encubrimiento y el robo, la intoxicación y la opresión, pueden aplastar cualquier vida en embrión, poseen la libertad del furor asesino que jamás ha sido frenado, envenenan nuestros ríos y nuestros mares, nuestros enfermos, nuestros viejos, nuestros hijos en las entrañas de sus madres, nuestros ocios, nuestras familias, nuestra facultad de confiar, de amar y de llorar”.




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