Wednesday, September 06, 2006

 

Enseñanza del periodismo

No siempre han existido las escuelas de periodismo, mucho menos en los albores de la prensa escrita cuando un siglo después de que Gütenberg imprimiera en Maguncia (1450) el primer libro de tipos móviles empezaron a circular hojas volantes y folletos que, aunque no periódicamente, daban noticias. Al entrar en auge la gran industrialización de los periódicos en 1835, cuando The New York Herald resulta ser el primer diario independiente de un centavo, la formación de los periodistas se realiza en los propios diarios, sobre la marcha, porque se trata principalmente de que sepan escribir, organizar un pensamiento por escrito y con estilo. Todavía a principios del siglo XX, en un momento en que la humanidad era sedentaria y no se viajaba tanto como ahora ni se tenían satélites para transmitir las noticias, los enviados especiales eran los encargados de dar cuenta de lo que acontecía en otras partes del mundo, pero debían escribir muy bien. “Era esencial que las descripciones fueran brillantes; era esencial el buen escribir. La mejor preparación de un periodista era la humanística y la literaria; algunos de los mejores periodistas eran novelistas, que pronto cedían a la tentación de escribir novelas, cuentos, comedias, según una tradición que va de Dickens a Hemingway, de Guelfo Civinini a Borgese, de Buzzati a Montanelli”, escribe el periodista italiano Piero Ottone en su libro Il buon giornale.
Tanto la enseñanza como el aprendizaje del periodismo han sido objeto de varios criterios en diferentes épocas y países. Por una parte, se ha creído que el oficio propio del periodismo consiste en una forma de hacer las cosas, en una técnica para recoger, organizar, evaluar y presentar la información, y que basta una educación general o especializada (en filosofía, derecho, historia, literatura, sociología, economía) para salir a la calle y hacer las preguntas de rigor: qué, quién, cómo, cuándo, dónde, y por qué. Por otra, en países donde se ha desarrollado el periodismo moderno (en Estados Unidos especialmente) se ha pensado desde hace muchas décadas que el periodismo debe ser en si mismo una carrera universitaria con todas las exigencias académicas que tienen otros campos del saber. Sea cual sea el criterio prevaleciente, lo cierto es que las redacciones de los periódicos en todo el mundo están llenas de reporteros que vienen tanto de una universidad o una escuela, es decir, periodistas titulados, como de reporteros que se formaron —y con estudios inconclusos generalmente— en otras carreras, generalmente vinculadas a las humanidades (aunque no necesariamente), o bien de manera autodidacta.
Ciertamente el que alguien llegue a ser un buen reportero es en gran medida una cuestión de talento, instinto, sentido de la oportunidad, amor al oficio, y no tanto la aplicación de una técnica o una receta que se aprende en la escuela, pero en los últimos tiempos ha sido tal la eclosión de las especialidades periodísticas (en economía, finanzas, relaciones internacionales, medicina, ciencia, salud pública, física, educación, gastronomía, vida parlamentaria, partidos políticos, administración judicial, estadística, literatura, arquitectura, antropología, artes, sistemas políticos, industria química y militar, ecología, deporte, computación) y la competencia, que hoy m s que nunca, hacia finales del siglo XX, no sólo se juzga indispensable una formación metodológica universitaria sino además una especialización en alguna de las áreas de la sociedad en que se genera información.
Más que relegar la carrera de periodismo a un nivel secundario en las escuelas o carreras de comunicación, como suele ser el caso en las universidades mexicanas, habría que sacarla de la lista de materias que se llevan en “técnicas y ciencias de la comunicación” y hacer del periodismo una carrera tan completa y seria como la de ingeniería, la de economía, la de medicina, la de historia o la de ciencias químicas. En sí mismo el periodismo merece un plan de estudios propio y una mayor profundización que le permita trascender el nivel superficial de las generalidades: la enseñanza y el aprendizaje de una “técnica” limitada a cubrir las preguntas clásicas qué, quién, cómo, dónde, cuándo, por qué. “Especialista en generalidades”, el estudiante seguir saliendo inerme de la escuela si no amplía sus conocimientos en español, idiomas extranjeros, literatura (el conocimiento de la novela del siglo XIX especialmente: Balzac, Dickens, Stendhal, Zola), historia, administración pública, derecho, semiótica, relaciones internacionales, filosofía política (e historia de las ideas políticas), técnicas de investigación documental e informática, métodos de sondeos sociológicos y encuestas, economía, finanzas.
Incluso en las universidades norteamericanas donde se estudia periodismo ha habido un sentimiento de insatisfacción respecto a la carrera. En The Reporters's Handbook, el libro de la organización Investigative Reporters and Editors (IRE), John Ullmann y Jan Colbert razonan que en los medios universitarios es frecuente escuchar que el periodismo no es una profesión. ¿Por qué? Porque no tiene un código ético ni de conducta muy definido en lo que respecta a la recolección de la información ni par metros establecidos para evaluar y establecer sus niveles profesionales o académicos. Porque tampoco se ha llegado a un consenso para determinar qué nivel y qué tipo de conocimientos se requieren para emprender la carrera ni qué rango de estudios hay que completar para salir a la calle y ejercer la profesión.
El periodismo, dicen los autores, no es como las otras profesiones, como la de derecho o la de ingeniería, por ejemplo. En esas carreras el estudiante adquiere una gran cantidad de conocimientos y, comparativamente, poca técnica, y sale a ejercer. En una escuela de periodismo típica o tradicional, el estudiante aprende mucha técnica y poco acerca de cómo funcionan las cosas en la sociedad: el gobierno, las instituciones, la cámara de diputados, los procesos electorales, la bolsa. No es por ello raro que el estudiante de periodismo siempre ande tomando cursos en otras carreras, a veces tres cursos por cada uno de los que lleva en la suya. ¿Por qué? Porque se siente inseguro e impreparado. Porque sabe que no está calando al fondo de las cosas y se está quedando en la superficie. El estudiante de periodismo típico nunca ha tomado una clase de ciencias políticas que le ayude a entender cómo funciona la política en su comunidad, cómo se administra un gobierno, por qué se hace una convocatoria para contratar los servicios de los constructores o los proveedores. Nunca ha llevado un curso de economía que le explique qué es la moneda o una devaluación, o qué es el ingreso per capita o el producto nacional bruto o la balanza de pagos o la inflación. En cierto modo se le da a entender al estudiante que basta saber hacer preguntas y salir a preguntar qué, quién, cómo, dónde, cuándo y por qué; se le dice que no tiene por qué ser un especialista y que lo que tiene que aprender es cómo redactar una noticia según el esquema de la pirámide invertida. Pero al entrar en acción, al empezar a trabajar en un periódico, de pronto sabe muy bien cómo redactar una nota pero no cómo hacer una investigación periodística, cómo conseguir la información ni con qué métodos o argucias, fundamentalmente porque no sabe cómo funcionan las cosas en la sociedad y el gobierno ni sabe cómo plantear las preguntas pertinentes para obtener las respuestas realmente importantes y de valor periodístico.

Italia es uno de esos países donde no se ha considerado necesario tener escuelas de periodismo. Las universidades ofrecen carreras hermanas o que pasan por las vecindades del periodismo —como las de sociología, semiótica, historia, literatura— pero nunca se les ha ocurrido que en sí mismo el oficio de informar pueda tener la dignidad de un estudio como el de la nerofisiología, por decir algo. Porque se razona que el periodismo es una técnica, como la mecanografía o la taquigrafía o una especie de programa procesador de palabras, es decir, un lenguaje como cualquier otro: un vehículo. El razonamiento, o la “racionalización” (para usar un término psicoanalítico) es que uno no se pone a estudiar cinco años de mecanografía o a hacer una carrera de taquigrafía, pues son modos de hacer, técnicas, que se pueden adquirir en cosa de un año. Son saberes que se adquieren al margen de las carreras “serias” o significativas, como los idiomas. Uno no se pone a estudiar cinco años de inglés exclusivamente (a no ser que se interese en la literatura inglesa y en la novela victoriana o en las tragedias históricas de Shakespeare) sino que estudia arquitectura y paralelamente inglés o alemán (los idiomas como lenguajes, es decir, como vehículos). Así, en esta lógica de la seriedad académica a la italiana, uno se pone a estudiar una carrera “seria”, como economía, historia, derecho, odontología, medicina, biología, matemáticas, y luego, paralelamente, se toma un curso de periodismo, puesto que es sólo una técnica, un savoir—faire, un know—how, un saber para organizar la información proveniente de cada campo. Estudio medicina, luego tomo un curso de periodismo, y me puedo dedicar a escribir en una revista médica o en la sección de salud pública de un diario. Estudio ciencias biológicas, o economía, adquiero las técnicas del periodismo como quien aprende uno o dos programas de computadora, y entro al periodismo científico o económico. Es un lenguaje nada más. Uno no se mete cinco años para aprender el sistema operativo de Machintosh o el programa procesador de palabras Microsoft Word 2000. No. Con ese criterio se desdeña en Italia la carrera de periodismo. El razonamiento no es malo. Hay algo de razón en todo esto. Véase cómo no son tan serias las carreras de “comunicaciones” en las universidades, donde los jóvenes estudian cine, publicidad, televisión, radio (a los salones les llaman pomposamente “laboratorios” de radio o de televisión); hay demasiadas academias de comunicación y salta a la vista que los estudios en esos centros, e incluso en las universidades, no tienen la seriedad ni la posibilidad de profundización de un plan de estudios como el que se organiza en una facultad de ciencias químicas o ingeniería o filosofía o economía. Un estudiante de historia suele tener m s sentido de la narración que uno de periodismo. O uno de letras: luego luego se ve su conocimiento y práctica de la sintaxis. Por eso hay quien sigue coincidiendo con el criterio italiano. Vale más que alguien que quiere ser periodista estudie letras españolas o historia (quién sabe por qué de la carrera de historia salen muy buenos periodistas, tal vez por el manejo de la información del pasado y el oficio de investigar en archivos, de valorar y redactar la información por escrito; los historiadores son reporteros del pasado, y suelen ser estupendos editorialistas). El director de un semanario en México dice que él prefiere estudiantes que vengan de otras carreras, no de la de periodismo. Entre uno que no haya terminado ciencias políticas o economía y uno que venga titulado de la carrera de “ciencias de la comunicación” se inclina por el primero.

Ha sido típico, pues, de Italia la falta de escuelas de periodismo. Durante décadas, a lo largo de todo el siglo XX, por ejemplo, se ha proclamado la inutilidad de la escolaridad periodística y se le ha concedido un valor muy importante al papel formativo de la práctica en la redacción de un diario. No sigue siendo exclusivamente así, pero ése sigue siendo el criterio predominante.
Después de dieciocho meses, el practicante debe presentar en Roma un examen de “idoneidad profesional” —algo así como un examen de oposición— a fin de obtener el titulo legal de periodista y la consiguiente inscripción en el registro de profesiones. En el fondo es un ascenso, un punto de llegada más que de partida.
Una opción diferente a esta arraigada costumbre es inscribirse en una escuela particular como el IFG (Istituto per la Formazione al Giornalismo) o conseguir una beca que puede continuarse con un contrato de aprendiz en un periódico. Para inscribirse en el registro de aprendices o practicantes (que tiene un valor legal) hay que ser mayor de 18 años de edad y tener un diploma de escolaridad previa que en todo caso puede sustituirse con un examen de cultura general.
A pesar de que sigue siendo la práctica más extendida, a principios de los años 80 esta situación ha cambiado en parte. Se han abierto pequeñas escuelas de periodismo y se han ofrecido becas. Un papel fundamental en este proceso ha tenido el IFG de Milán que desde el año de su nacimiento, 1977, ha formado por lo menos a quinientos periodistas que han ingresado con éxito al mercado de trabajo. Sus exámenes de oposición son del todo “informales” y no tienen nada que ver con los concursos públicos. El IFG nació de una iniciativa del Ordine dei giornalisti di Lombardia y es la única escuela que en Italia permite llegar a ser periodista sin tener que pasar por el periodo de aprendizaje en un periódico. Sus alumnos se inscriben en el registro de practicantes al principio del curso, y al concluirlo pueden presentarse al examen de “idoneidad profesional”. El curso dura dos años y pueden tomarlo estudiantes menores de 26 años de edad, pero la selección es muy rigurosa porque el Instituto tiene mucha demanda. Cada bíenio acepta a 45 estudiantes. Estructurado sobre bases teóricas y prácticas, el curso comprende asimismo una estancia de tres meses en un periódico o una revista. Casi todos los egresados del IFG encuentran trabajo de inmediato.

Aparte de este Istituto per la Formazione al Giornalismo existen numerosas escuelas que no exigen el examen profesional al terminar el curso y que suelen tener un carácter más bien teórico. Por ejemplo, la Escuela Superior de Comunicaciones Sociales, cuyo curso de postgrado corre a cargo de la Universidad Católica de Milán; la Escuela Superior de Periodismo de la Universidad de Estudios de Urbino; la Escuela de Especialización en Periodismo y Comunicaciones de Masa (dentro de la LUISS, Libera Universita Internazionale degli Studi Sociali, en Roma).
Existen otros cursos, de muy buen nivel algunos, organizados por instituciones locales, regionales y municipales, o entidades privadas. Un Consejo Nacional fija por una parte los criterios y las condiciones para determinar si la asistencia a esas escuelas tiene valor legal y por otra permite a los estudiantes el acceso a los concursos para llegar a ser periodista profesional, ahorrándose el “aprendizaje” de 18 meses que normalmente es obligatorio.
No se desdeña en Italia, por supuesto, la vía autodidacta. Para quien no pueda o no quiera asistir a la escuela siempre existe la posibilidad del concurso público, con la previa estancia de 18 meses en un medio. La primera sugerencia que se le hace a quien estudia por su cuenta es no leer sino estudiar los periódicos, analizar cómo se deciden los titulares, la cabeza principal, las secundarias, los balazos, o bien conseguir una “scaletta” (una guía, una escalerilla) sobre la que se ha formado una página y comparar el tratamiento de una misma noticia por diferentes periódicos. Otra práctica formativa consistiría en imitar el estilo de los mejores periodistas, reescribir un artículo en la mitad de líneas del original o bien alargarlo con noticias sacadas de otros artículos.

Entre otras escuelas y centros de estudios, existe en Francia el Centre de Formation et de Perfectionnement des Journalistes CFPJ, con domicilio en la rue de Louvre, en París, en el barrio de la prensa. Se fundó en 1946, para la formación de jóvenes en el oficio de periodista. Con estudiantes y pasantes franceses y extranjeros, está organizado en tres grandes departamentos.
*El Centre de Formation de Journalistes CFJ que asegura la formación preliminar. Más de 1500 han jóvenes hombres y mujeres han hecho allí sus estudios: muchos ocupan puestos importantes en los periódicos, en la radio y la televisión.
* De la formación continua se encarga:
El Centre de Perfectionnement et des Cadres de la Presse CPJ creado en 1969, donde periodistas y técnicos de empresas de prensa pueden asistir a seguir cursos de perfeccionamiento en su oficio y ponerse al corriente de técnicas nuevas. Cerca de 2 500 pasantes siguen los cursos de actualización en el CPJ cada año.
* El Centre d'Information sur les Medias CIM que organiza estadías para el personal de empresas industriales y comerciales, administraciones, asociaciones, sindicatos, que desean familiarizarse con la prensa y aprender a comunicarse mejor. Cada año se inscriben m s de 2500 personas en las estancias y cursos del CIM.
Para realizar sus labores el CFPJ está equipado con tres estudios de radio, dos estudios de televisión en color, una sala de redacción telemática, dos salas de microinformática y de un sistema redaccional informatizado.
Centre de Formation et de Perfectionnement des Journalistes:
33, rue du Louvre, 75002 Paris.

Una de las escuelas más originales de los últimos tiempos ha empezado a ser la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano que tiene su sede en Cartagena de Indias, Colombia, creada bajo la iniciativa de Gabriel García Márquez. En ella han coordinado talleres, con no más de doce periodistas jóvenes y con experiencia, Alma Guillermoprieto, Ryszard Kapuscinski, Álex Grijelmo, y el propio García Márquez.
Su dirección:
Calle San Juan de Dios No. 3-121
Cartegena de Indias
Colombia
www.fnpi.org

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