Wednesday, September 06, 2006

 

El editorial

En una sección especial del periódico o de la revista se presenta el editorial, es decir: el punto de vista de la casa. En los diarios mexicanos el editorial suele aparecer en página par, al lado izquierdo de las dos páginas desplegadas, o empezar en primera plana con un pase a interiores.
El editorial se refiere siempre a un asunto de interés público y de actualidad periodística. Se redacta en un tono impersonal: con un tono “objetivo” y si bien se citan todos los componentes del tema analizado, a fin de ponderar ante la inteligencia del lector todos los factores en juego, es tradicionalmente válido que la dirección del periódico tome partido.
En la sección editorial se suelen tratar varios asuntos, tres o cuatro, como es típico del diario Excélsior. En El Universal y La Jornada generalmente el tema es uno solo.
En el editorial no se trata de beneficiar ni de perjudicar a nadie. Más que condenar o celebrar, el texto del editorial pretende ser persuasivo: expone un argumento con palabras sencillas, frases cortas, y no demasiadas oraciones subordinadas. Aspira a decir lo máximo con el menor número de palabras. Trata de atrapar al lector desde la primera frase gancho y mantener su atención.
Como es evidente, el editorial no lleva firma. Es anónimo, pero es un valor entendido que la autoría del texto corresponde a los responsables del periódico: director y propietarios.
Los encargados de escribir los editoriales son miembros de la redacción del periódico o colaboradores externos que dominan una u otra materia: política, economía, relaciones internacionales, derechos humanos, leyes electorales, derecho laboral, salud pública, finanzas. Tanto dentro como hacia afuera del periódico se guardan con la mayor discreción los nombres de quienes elaboran los editoriales.
En el editorial, escribe Manuel Buendía, el redactor tiene fundamentalmente tres clases de limitaciones: “Una, la política del periódico, que lo obliga a asumir una posición y a conservar el tono que le ha sido marcado; otra obvia limitante es el tema que se le fijó; y la tercera consiste en la extensión del escrito impuesta por el formato de las páginas editoriales”.
Es cierto que el editorial pertenece al ámbito de las opiniones y no al de los hechos o la información. Los hechos, ciertamente, cuentan mucho más que las opiniones y los periódicos suelen ser más poderosos e influyentes en la medida en que descubren hechos y los publican, no cuando expresan opiniones. Sin embargo, hay un espacio en todo periódico reservado a la discusión de las ideas: el editorial en primer término. Allí es donde se expresa el pensamiento de la dirección del periódico y sus propietarios.
Si el diario es un vehículo para la circulación de las ideas, es lógico que los lectores esperen del editorial una proposición inteligente y crítica respecto al problema político, económico y social del momento: un razonamiento plausible en favor de los intereses de la sociedad, no de un grupo de particulares. Esto es un ideal y así se entiende desde el punto de vista teórico y estrictamente profesional periodístico: el tratamiento de los temas no se hace en función de la defensa de una clase o una ideología sino en atención al establecimiento de la verdad y del bien común.
Para el periodista italiano Piero Ottone, en su libro Il buon giornale, “el periodismo tradicional refleja la concepción autoritaria, según la cual el que manda (el jefe de la policía, el procurador, el funcionario público, el profesor de escuela) siempre tiene razón. El periodismo moderno por el contrario refleja la concepción democrática, según la cual todos somos iguales, o al menos todos tenemos los mismos derechos; también los ciudadanos comunes y corrientes, los obreros, los estudiantes, pueden tener razón”.
Estas ideas corresponden a la práctica de periodistas celosos de su oficio, directores y editores que trabajan con independencia de todos los poderes actuantes en la sociedad. Sin embargo, en la vida de todos los días las cosas no siempre coinciden con el ideal periodístico: la mayor parte de los periódicos mexicanos obran en virtud de sus intereses: se pliegan a una pauta de propaganda orquestada desde la Dirección de Comunicación Social de la Presidencia de la República. El lector tiene que aprender a descifrar los mensajes, a discernir de qué lado de la verdad se coloca un determinado medio en su expresión editorial. Y la forma más lógica de identificar esos intereses es atender no tanto al régimen de propiedad —empresa comercial, sociedad anónima o de capital variable, asociación civil, cooperativa— que define la personalidad jurídica del periódico o la revista sino a sus propietarios identificables que los controlan: quiénes son, cómo se llaman, a qué grupos políticos o financieros pertenecen, cuál es su relación —directa o indirecta— con el Estado. En México, donde los medios no están en manos de periodistas sino de hombres de negocios o están financiados y directamente controlados por “oficinas de comunicación social” gubernamentales, la mayor parte de los periódicos —miembros oficiosos del Complejo Propagandístico Gubernamental— suelen seguir una línea editorial apologética de las políticas del gobierno federal o de los estados. Muy pocos se atreven a disentir de la “verdad oficial” porque pondrían en peligro sus intereses y sus lucrativas relaciones de poder.
“No es posible ponderar correctamente la política editorial de un periódico a menos que se sepa quién es su dueño. ¿Los propietarios del periódico, como grupo o como individuos, tienen otros intereses materiales en la comunidad? Si así es, el peligro más probable es que ya no sean objetivos cuando se afecten esos intereses. ¿Están al servicio de ciertas facciones políticas o grupos de poder financiero o comercial? ¿Se preocupan sinceramente por el bienestar público?”, escribe y se pregunta Dwight Emerson Mitchell en su libro Journalism and life. Por todo ello el lector tiene que discriminar entre una revista y otra, entre un periódico y otro: identificar su grado de dependencia o independencia también por el número de páginas de “publicidad” gubernamental que intercalan en sus ediciones.

Comments:
Hola! te escribo desde Argentina! Excelente post! Soy estudiante de la carrera de Periodismo de la Universidad Nacional de Avellaneda.
Bendiciones! Seguí escribiendo!
 
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